jueves, 26 de noviembre de 2015

La guía de Europa, viento del oeste.

Para defender la nación española no es necesario basarse en una Constitución inamovible, ni defender la centralización absoluta del estado, se puede incluso no creer en la idea de estado tal como está establecido. Para defender la idea, la identidad, la esencia de España, basta con echar la mirada al pasado, observar nuestras particularidades, nuestros logros, la belleza literaria de nuestra lengua, nuestro carácter mediterráneo, nuestra cultura en definitiva. No es necesario nada más para defender la nación, para defendernos a nosotros mismos como pueblo. Y es que lo que es, es, y no hay más. Punto y final.
La hispanidad recorre el orbe, lo rodea de punta a punta, influyendo desde las costas de California -españolísimos nombres los de ciudades como San Francisco o Los Ángeles- hasta los mares del Lejano Oriente, en donde en Manila los apellidos de origen castizo y las iglesias católicas reinan por doquier. La hispanidad ha sido una de las cinco realidades metafísicas y culturales -junto a la anglosajona, la francesa, la germana y la itálica- que han constituido el Occidente tal como lo conocemos, constituyendo un orden social en el que progreso, ansia de conocimiento, humanismo, racionalismo y cristianismo han hecho que Europa sea la guía de los pueblos, la esperanza de las civilizaciones. Una entidad, Europa, que jamás debe sucumbir bajo la amenaza de deleznables grupos salvajes y sádicos, que desprecian el amor, la tolerancia y la diversidad, que desprecian el orden, la ley, la libertad, la igualdad, la fraternidad... es decir, todos los valores que han servido de sustento a nuestro continente desde sus etapas más primigenias hasta los últimos tiempos.
Acabaremos, sí, acabaremos con estos grupos terroristas maniqueos, dogmáticos, incultos, burdos y demás adjetivos de toda índole... España, Europa, jamás sucumbirán ante el odio del islam, su tradicional enemigo, frente a los valores que el cristianismo ha dotado a Europa, y que la hecho la guía espiritual del mundo... Y de vigía de la vieja hija de Zeus, en el espolón -citando a Franco- del continente, al correr del más lejano viento de poniente, se encuentra España con honra -la frustrada España que imaginó el gran Prim- realizando con orgullo su milenaria tarea, la de bastión incuestionable de la pureza del catolicismo, haciendo frente desde lo más extremo del Viejo Mundo a todas las adversidades que pudieran penetrar en el interior de nuestra noble civilización.
La España grande, única, libre en plenitud, no es el producto artificioso realizado por el más soviético, materialista, constructivista de los hombres. No es el producto de un consenso masivo y democrático, no es la consecuencia de la imaginación de un lunático, ni el engaño hecho por los poderosos para someter al resto de los mortales. España, por mucho, MUCHO que les pese a los catalanistas, vasquistas y demás interesados, es una realidad empírica, tangible, pura y verdadera. No es el producto de lo que una mera decisión parlamentaria notifique, sino la simple y mera consecuencia de una trayectoria y un devenir que la han forjado a base de nobilísimos valores, ya sea por azares del destino -muy seguramente- o incluso por mera casualidad. España, influencia en toda la América del Sur, tras descubrirla por entero, imperio del Caribe, tierra del Quijote en la cual, por aquellas eras, casi imposible era vislumbrar la puesta del sol, tu misión y visión continúan.
Y para rematar, unos versos de José Antonio:
''Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas, Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.''