lunes, 19 de enero de 2015

Poema popular de los gloriosos padres de España. Amor paternal, nada más natural.

Cunas humildes, al nacer mecieron,
vidas que asombro de los mundos fueron:
Fernando e Isabel, ¡pecho y cabeza!,
forjaron de un Imperio la grandeza.
Colón, humilde en ambición suprema,
añadió un nuevo mundo a su diadema.
Cervantes, pobre, con virtud notoria
da a España con su pluma eterna gloria.
Velázquez, sin soberbia, al orbe inquieta
con la luz singular de su paleta;
Y Pizarro y el Cid dan los mejores
destellos de que son conquistadores.
¿Qué gloria a su ascendencia enternecida
no dieron estos hombres con su vida?
Pon el primer jalón de este camino
regalando a tu hijito un pergamino.

miércoles, 14 de enero de 2015

Otra melodía de José Antonio, excelsa pluma, patriotismo hecho poesía.

España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial; nuestra generación no es dueña absoluta de España: la ha recibido del esfuerzo de generaciones y generaciones anteriores y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes el más abusivo fraude, la más alevosa traición que es posible imaginar. Las naciones no son contratos, rescindibles por la voluntad de quienes los otorgan: Son fundaciones, con sustantividad propia, no dependiente de la voluntad de pocos ni de muchos.

domingo, 11 de enero de 2015

José Antonio y la unidad de destino en lo universal.

ESPAÑA ES IRREVOCABLE

La unidad de destino


Nadie podrá reprochamos de estrechez ante el problema catalán. En estas columnas antes que en ningún otro sitio, y, fuera de aquí, por los más autorizados de los nuestros, se ha formulado la tesis de España como unidad de destino. Es decir, aquí no concebimos cicateramente a España como entidad física, como conjunto de atributos nativos (tierra, lengua, raza) en pugna vidriosa con cada hecho nativo local. Aquí no nos burlamos de la bella lengua catalana ni ofendemos con sospechas de mira mercantil los movimientos sentimentales –equivocados gravísimamente, pero sentimentales– de Cataluña. Lo que sostenemos aquí es que nada de eso puede justificar un nacionalismo, porque la nación no es una entidad física individualizada por sus accidentes orogáficos, étnicos o lingüísticos, sino una entidad histórica, diferenciada de las demás en lo universal por una propia unidad de destino.


España es la portadora de la unidad de destino, y no ninguno de los pueblos que la integran. España es pues, la nación, y no ninguno de los pueblos que la integran. Cuando esos pueblos se reunieron, hallaron en lo universal la justificación histórica de su propia existencia. Por eso España, el conjunto, fue la nación.